La piedad.

Jean de Bilheres, comisionó a Michealgelo Buonarroti, para esculpir «La pietá», obra dedicada a la capilla francesa, que se ubica dentro de la Basílica de San Pedro, en Roma; grandes fueron las esperanzas para admirar esta obra escultórica, mismas que se vieron realizadas maravillosamente por su autor. Aunque fue mal colocada, un poco alta en la primera capilla del lado derecho de San Pedro, su impacto fue tal, que al termino de un día Micheangelo Buonarroti, fue el escultor más célebre de Europa.

En esta obra, se expresa claramente su pensamiento, tanto religioso, como artístico. El conjunto en sí, es el símbolo y quinta esencia de la fe cristiana.

Michelangelo, se inspiró en un tema gótico, y logró una perfección natural y espiritual como nunca antes se había visto. Tal armonía, y ejecución en la representación de lo divino, no se había logrado con anterioridad, y tal vez no se logrará nunca. <representa a la Madre de Jesús, sujetando en su regazo, el cadáver de su hijo. 

En «la pietá», todo se expresa: profunda pena, tristeza, dolor, al mismo tiempo entrega de si mismo; aceptación y misterio; en síntesis: un mensaje para la humanidad.

  Es la única obra de Michelangelo, que lleva su nombre, y esto fue por la duda que muchos artistas contemporáneos, tenían acerca del autor de la obra, pero luego, se aclaró el panorama… esta maravillosa escultura ha sido admirada por siglos, y también su autor…  

el proceso a Cristo.

Muchos de los lectores nos han insistido en que se profundice el tema de El proceso a Cristo, que es el tema de mi único libro publicado aqui en Tuxtla.

El derecho hebreo, tenía como fuentes, las tradiciones compiladas en el Talmud, y la ley judia, comprendida en el antiguo testamento, principalmente en el Pantateuco. Los delitos mayormente castigados por las normas de este ordenamiento, son los que se dirigían en contra de la divinidad. Entre esa serie de delitos, y los que se inculpan en contra de Cristo, están: la seducción y la blasfemia.

La seducción, es la invitación hecha por el activo hacia una o varias personas, para cambiar de Dios, de divinidades. La blasfemia, por su parte es una ofensa en contra de Dios. Ambos delitos eran castigados con la pena de muerte, por lapidación. (Muerte a pedradas).

El procedimiento penal que se efectuaba en contra de aquellos delincuentes, era ante el sanedrin, un tribunal especial constituido por trece personas de diversos estratos y especialidades. Estaba compuesto por 23 jueces que se sentaban al derredor del sumo sacerdote quien emitía la sentencia y ordenaba ejecutarla.

En el derecho penal romano tenemos la ley de las XII tablas, (año 499) antes de Cristo, en las que se aludía a la pena de muerte, por robo o hurto, por ejemplo. Entre los principales delitos que se analizan está la Perduello, y la seditio; la primera, es un acto de hostilidad a la patria, que puede consistir en una traición, en una deserción; en cuanto al segundo, es una insubordinación contra la magistratura. La injuria era, en cambio, una ofensa personal en contra de un magistrado o bien en contra del César (Tiberio).

Por lo que se refiere a las penas romanas, está la crucifixión, los azotes; estos últimos se aplicaban en contra de los condenados a muerte, como una preparación a la ejecución de tal condena.

El proceso penal romano se realizaba ante tribunales ordinarios, excepto en provincia, que era aplicado por el gobernador en turno, en el caso de Cristo, Pilato fue quien llevó a cabo dicho proceso.

Irregularidades: Buscaron testimonios en contra y no los encontraron; el sumo sacerdote judío se convirtió en juez y parte; en derecho romano, no hubo delito que perseguir. Pilato no hizo valer su autoridad para evitar la crucifixión. Se le aplicaron azotes aun cuando no se había dictado la sentencia de muerte. Se ejecutó una sanción en contra de un inocente.    

 

Dia de la amistad.

Para el filósofo griego, Epícuro, la amistad era concebida como una necesidad humana. La exaltaba como una de las mayores virtudes  en busca de una vida buena y feliz. Por su parte el gran Aristóteles, decía que «si los ciudadanos practicaran entre sí la amistad, no tendrían la necesidad de la justicia.

La amistad es: afinidad, correspondencia. La amistad equivale a una frecuencia en el trato, se hace habitual el compartir vino y plato. En una de sus poesías, el Vate Samuel Ruiz Cabañas, decía en relación a sus amigos: «Este me da su alegría, y aquél me da su consejo; viva la sabiduría, del fragante vino añejo.»

He tenido la suerte de contar con la amistad del Maestro Lic. José Muñoz Cota, quien junto con un grupo de amigos se reunían en una peña cultural en el restaurante Kikos, -hoy desaparecido, -en Reforma, cerca del Caballito de Carlos IV. Se buscaba en aquellas tertulias, intercambiar conocimientos y anécdotas; amistad que perduró no obstante me cambié a vivir a la ciudad de Toluca, México.

En otra época, recibía relación epistolar con aquel gran orador, misma que guardo con respeto y cariño hacia el maestro. Ahora al paso de los años, he valorado más a mis amistades, entre quienes quiero mencionar al lic. Rubén Robles Moreno, al Profesor Roberto Selvas Sansebastían, entre otros, sin olvidar a los fallecidos, aquí en Tuxtla: Jorge Paniagua Herrera y Carlos h. Selvas.

A propósito de la «Amistad», el célebre filósofo Miguel Jimenez Igualada, en alguna ocasión disertó sobre este tema, llorando los presentes en aquel evento, entre quienes podemos mencionar a Dn Salvador Pruneda, pionero del cine mexicano, ya fallecidos ambos.

No hay que olvidar que la amistad, es una gran ventana donde puede uno asomarse al mundo, y que el amigo es uno que sabe de tí y a peser de ello, te quiere.

   

     

Decena trágica. (Final)

Aunque estaba en ayunas, no quise probar bocado, todavía con el asco de aquél monton de muertos que estaba en los patios de la hoy Plaza de la Constitución.

Luego, vimos el cadáver del Gral Bernardo Reyes, que estaba primero en las puertas de palacio, para ser recogido de ahí, y llevarlo junto con otros cadáveres en los corredores bajos de Palacio.

El Capitán Carreras nos platicó entonces que se había practicado la ejecución, en el jardín del SEnado, del Gral. Gregorio Ruiz, y 15 aspirantes. POsteriormente, vi, que a caballo y levantando la diestra en forma de arenga o de saludo, llegaba a Palacio Nacional, el Presidente Madero, aclamado por una multitud que le seguía y resguardado ppor cadetes del Colegio MIlitar. Esa misma tarde saldría rumbo a Cuernavaca. Todos creyeron que después del levantamiento, el gobierno recobraría sus plenos poderes; la noche comenzaba a caer sobre la ciudad llena de zozobras y de presagios funestos, mientras que en cientos de hogares se lloraba la ausencia de los seres queridos que nunca volvieron a ver, caidos anónimamente en aquella matanza, entre las fuerzas leales y las sublevadas.

También tuve noticia que en la prisión de Santiago Tlaltelolco, había ocurrido una lucha terrible entre reos y guardianes, aquellos emprendían la fuga y eran cazados una vez que salían del edificio.

El jardín de la Plaza estaba sembrado de cadáveres de los prófugos. El interior de la prisión estaba obscuro, y el exterior ardía, las balas habían roto los cables de energía eléctrica.

Todo genero de calamidades sufrio en aquellos diez dias, siguientes a la insurección de los aspirantes de Tlalpan,  la capital de la República. Los señores Madero y Pino Suárez permanecían presos en el interior de Palacio, ¿Cómo y cuando se terminaría con el martirio de la población?

El cañón seguía tronando, mientras en las sombras en el sigilo impune, se realizaba un plan, para matar al Presidente de la República, ello mediante un Pacto, llamado «de la embajada», pues se elaboró con el conciliabulo del embajador Lane Wilson – de Estados Unidos- .

Finalmente, como hemos narrado en artículos pasados, Madero y Pino Suárez fueron ultimados, subiendo a la presidencia el Gral. Victoriano HUerta, de triste memoria… de todo esto platicaremos, algún día, con detalle, pero por lo pronto damos por terminadas nuestras aportaciones en word press.

Hasta luego.

Guillermo Zayas 

 

     

100 años de la decena trágica.

9 de febrero de 1913. Era domingo. Las gentes devotas querían acudir a la misa mañanera, pero tenían dificultad de llegar a la Catedral, pues, parecía haber un enfrentamiento de grupos antagónicos.

Al principio, tuve incertidumbre de lo acontecido, pues desde la recámara que había Yo alquilado en un edificio frente a Catedral, pude escuchar una descarga de fusilería, que en un principio confundí con cohetones, que tal vez se habían utilizado para una fiesta religiosa.

Al asomarme a la Plaza de la Constitución, pude percibir un espectáculo que erizó mis cabellos.

En la plaza cívica, de la Capital de la República, había un regero de sangre y un amontonamiento de cadáveres en los portales y la amenaza de algún franco tirador disparando a Palacio Nacional.

Observé cada vez más horrorizado, que las fuentes del jardín – que hasta entonces existían  en ese lugar, estaban colmadas de muertos y los jarrones ornamentales y estatuas decorativas, aparecían perforadas, cribadas por las balas.

A lo cual, con mucho valor, salí a la calle, acompañado de mi cámara fotográfica, pero con el temor de que me alcanzara una «bala perdida».

Una vez que penetré en Palacio Nacional, – por la calle de Moneda- nos encontramos con el Capitán Carreras, a quien conocía por haberme solicitado que le tomara una placa fotográfica de su perfil, y me comento que:

Los aspirantes de la Escuela Militar de Tlalpan, se habían levantado en armas, junto con las fuerzas de caballería de Tacubaya y parte del primer regimiento. Eran cerca de mil los sublevados. Parte de esas fuerzas, se trasladaron a la Prisión de Santiago Tlaltelolco y liberaron al Gral. Bernardo Reyes, que ahi estaba prisionero, y ytambién al Gral. Félix Díaz que etsba recluido en la Penitenciaría de Lecumberri, después de los sucesos de Veracruz.

Luego, sacaron de Palacio, al Gral. Lauro Villar, envuelto en una bata blanca, subiéndolo a un carro colorado para transportarlo al hospital más cercano para curación de su herida «en sedal», que le habían inferido en su hombro izquierdo.

Carros de cervecería llegaban a repartir tortas y refrescos a los soldados de la guarnición, mientras nos llegaba «el tufo» de varios muertos, apilados en los patios de palacio…

Continuará!          

 

Dn José Maria Morelos. Datos biográficos.

Nacimiento de Morelos: En Valladolid (hoy Morelia) el 30 de septiembre de 1765; en su acta bautismal, constan los nombres de José María Teclo, hijo legítimo de Don Manuel Morelos y Doña Juana Pérez Pavón, siendo sus padrinos: Lorenzo A. Cendejas y Cecilia Sagrero. Sus abuelos fueron: José Morelos y José Antonio Pérez Pavón.

Recibió instrucción primaria en Valladolid, bajo la dirección de su abuelo materno, quien había estudiado en el Antiguo Colegio de San Nicolás Obispo y se dedicaba a la enseñanza de niños pobres. Murió en aquella ciudad en el año de 1776.

A causa de su viudéz, no pudo la madre de Don José María, sostener sus estudios, así que éste hubo de iniciar trabajos de labrador en la Hacienda de Tahuejo, jurisdicción de Apatzingán, ello a la edad de 14 años. De él dependieron economicamente, su madre y su hermana menor Antonia.

En 1790, a la edad de 25 años volvió a su ciudad natal e ingresó a estudiar en el Colegio de San NIcolás, donde era rector el Sr. Dn. Miguel HIdalgo y Costilla. En ese colegio Don José María destacó en gramática y retórica, obtuvo primer lugar en filosofía y luego en la ciudad de México, obtuvo el grado de Bachiller, en 1795.

Fue en 1798, cuando el Obispo de Valladolid, Fray Antonio de San Miguel confirió a Morelos el grado de presbíterp de Churumuco. Aceptándolo Morelos y dirigiéndose a ese lugar junto con su anciana madre y su hermana Antonia. Luego, desgraciadamente falleció su señora madre en 1799.

Algunos investigadores, han encontrado valiosos documentos inéditos que prueban que desde el curato de Dolores, Don MIguel HIdalgo, sostenía relación epistolar con Morelos, y se cree desde luego que no faltó que le comentara sobre la conspiración de Querétaro a su ex discípulo.

Una tarde, estando Morelos en el curato de Carácuaro, Michoacán, supo que el Sr. Hidalgo, había tomado Guanajuato y marchaba hacia Valladolid, por lo que salió a su encuentro, ofreciéndole sus servicios.

Don Miguel, que le recordaba como una persona emprendedora e inteligente, le dió el siguiente nombramiento: «Por el presente comisiono a mi lugar teniente el Br. JOSÉ MARÍA MORELOS, cura de Carácuaro, para que en la costa del sur levante tropas procediendo con arreglo a las instrucciones verbales que le he conumicado.» Dicho nombramiento fue el 28 de octubre de 1810.

Luego de este acontecimiento singular, Don José María Morelos, se armó junto con un puñado de hombres y se convirtió, de cura a soldado de extraordinaria capacidad guerrera; vigor físico, valor excepcional, don de mando o organización, pripio de los genios que asombran al mundo, formó ejércitos y los armó en los arsenales de las filas enemigas.

Destacó en varias campañas infringiendo muchas derrotas al ejército realista al mando del Brigadier Calleja; la historia de la Independencia nos muestra su genio organizador, a tal grado que incluso recibió alagos del Emperador de Francia, Napoleón Bonaparte.

Dominado por sus altísimos ideales, dear leyes propias al País, instaló en Chilpancingo el Congreso Insurgente del 13 de septiembre de 1813.  Luego, en Apatzingán, el propio Congreso expidió la Constitución del México Independiente.

Fue el 6 de noviembre de 1815, cuando fue derrotado y cayó prisionero de sus enemigos. Sentenciado a muerte, a las seis de la mañana del 22 de diciembre de 1815, seguido de una escolta, salió de la prisión de la Ciudadela, en la ciudad de México, rumbo a Ecatepec, Estado de México, donde fue fusilado.

«Su genio es el paisaje del sur; riscos y montes./ que escalan firmamentos y colman horizontes/ Era una su brava cuádriga la de la tempestad.» (Amado Nervo.

Sirva esta breve reseña de la vida de Don José Maria Morelos, para nuestro homenaje al «Caudillo del Sur».         

     

EL ELOGIO DEL HÉROE.

Se van a cumplir 100 años del aniversario luctuoso de Don Francisco I. Madero, el presidente mártir de la Revolución Mexicana. Luego de su fallecimiento el 22 de febrero de 1913, varios articulistas, escritores, poetas, escribieron acerca de ese fatal acontecimiento.

Entre los textos más importantes, tenemos la narración de las vivencias tenidas por los habitantes de la ciudad de México, redactadas por el gran periodista Dn Diego Arenas Guzman en su obra: «La Consumación del Crimen», y también la crónica del diario acontecer, publicada por Dn Samuel Ruiz Cabañas, en el Diario «La Nación», periódico en el que se publicó por primera vez su poesía intitulada «El Elogio del Héroe», que transcribimos en seguida.

Decir la palabra inmortal, / entre sombra y esclavitud; / seguir un distante fanal/ en inflexible rectitud,/con una conciencia ancestral,/ y mover una multitud/ ¡como quien lanza un vendaval!/esta fué la heroica virtud/ que canta este canto triunfal.

ïntegra y eminente fue/ aquella recta voluntad/ que en los silencios de su fe/ oyó una voz de libertad.

Desde su solio el dictador/ vió al hombre mínimo llegar/ y, tras un fosco estupor,/ su belfo desdeñador/ tuvo un soberbio desdeñar./ ¡Pero aquél era el vengador!/ ¡La hora roja iba a sonar/ ¡Era el festín de Baltazar!

Como una nube de tempoestad/ que formó un múltiple vapor,/ mil ansias de libertad/ se condensaron al calor/de aquella voz de verdad./ Y tras un trémulgo fulgor/ cayó el rayo exterminador,/ sacudiendo la inmensidad…

¡Había que ver al hombre aquél/ cambiar su voz de persuación/ por los retumbos del cañon!/ ¡Se vió entonces que tras de él/ estaba toda una Nación/ que por ganar su laurel/ se arrancaría el corazón.

Fué una epopeya triunfal:/la lucha del bien contra el mal.  

Tu voz, ciudadano viril,/tu voz, tu apostólica voz,/ se juzgó prédica pueril,/ y para que la oyera el vil/ habló por boca del fusil/ ¡También así lo quiso Dios!/ ¡Será tu pueblo siempre fiel,/ pues le diste la libertad!/ ¡Ya estás en la inmortalidad! /La patria te da su laurel/ para toda una eternidad. 

  Samuel Ruiz Cabañas.